7.11.07

"La caricia de sus cadenas"


Érase una vez una era, en la que la claridad –sobre todo mental-, imperaba en la tierra. Todo ello era debido a que de repente toda una generación descubrió el poder, el cual le daba la libertad ante conceptos heredados (falsos prejuicios heredados) y falsos tabúes, con lo cual cada uno se dedicaba a lo que le aportaba una mayor felicidad, sin la necesidad de sentirse aprobados por otras personas, se sentían libres y realizados con lo que hacían día a día, para poder desprenderse de los grilletes, y poder moverse a su libre albedrío. No era raro ver casas transparentes o pintadas al óleo, o casas hechas con papeles llenos de escritos, o llenos de ideas e imágenes, o inclusive construída a base de chorradas, ideas absurdas. Aquellas casas más inaccesibles, eran las que estaban provistas de filtros, o aquellas cubiertas con un grueso manto de ego, que no dejaba ver el aspecto real de la casa. Nadie pasaba desapercibido, ni se llamaban la atención los unos a los otros..., nada salvo un hombre que vivía encadenado al muro del castillo de un gran Señor, cuya hija enamoraba a todo aquel que la supiese ver tal y como era, una Diosa, original y única...en definitiva, merecía la pena dar la vida por ella.Un día, alguien se acercó a preguntarle por qué no se liberaba y era feliz como todo el mundo, a lo que él respondió:La auténtica libertad, sólo la siento junto a ella y la verdadera felicidad, sólo la encuentro con ella, con su voz, sus tiernas palabras, sus ideas, su forma de ver la vida, con un simple roce que obtengo cada vez que me libera de las cadenas cuando ella escapa a hurtadillas de las garras del gran Señor, dándome largos momentos de alivio, largas xarlas, entendimiento mutuo y bienestar...


La felicidad de alguien puede estar en una cosa o situación donde los demás nunca pensarían. No es lo mismo la libertad que la felicidad; se puede ser feliz sin ser libre y ser libre e infeliz. Sé lo que me hace ser feliz, pero muchas veces no sé qué hacer con la libertad, aun sabiendo muy bien que es lo que debería hacer. Sí lo sé... a disfrutar de mis contradicciones toca. Y encadenada te tengo a mi corazón y en mi imaginación, y algún día en mi castillo.


AL FINAL DEL CAMINO NO CABEN LOS MIEDOS, LAS RAREZAS, NI LAS SORPRESAS, NI LOS CAMBIOS DE ACTITUD FORZADOS...SÍ LA COMPRENSIÓN Y MIRAR HACIA ADELANTE.

1 comentario:

Gari dijo...

Amarnos a nosotros mismos como amamos a otras personas no nos resulta sencillo, pero es lo que muchas veces necesitamos.

Besos